Santuario Empatía: un espacio transformador al que puedes pertenecer

El Santuario Empatía es un refugio donde animales rescatados de la industria pueden sanar, vivir seguros y expresar quiénes son. Un espacio de amor y conciencia que nos invita a repensar nuestra relación con los demás animales.
Había escuchado muchísimas veces del Santuario Empatía, un refugio autogestionado por la familia de Eliana Albasetti y Federico Koch, que acoge a animales de la industria alimentaria que, por distintos motivos, han logrado salir de las instalaciones y necesitan un lugar donde vivir, y también donde sanar. Esta idea me parecía tan hermosa que durante mucho tiempo deseé conocer el Santuario. También había una curiosidad latente: ¿Cómo funciona? ¿Cómo viven los animales? ¿Cómo se mantiene un lugar así? Hasta que, por fin, tuve la oportunidad de pasar un día en este espacio mágico. Y fue tal como lo imaginé, o quizás incluso más: me inundó la esperanza de un mundo mejor.
Así que acá van algunas reflexiones sobre los santuarios, el veganismo y la experiencia.
El Santuario Empatía acoge a vacas, chanchitas, gallos, gallinas, cabras, ovejas y otros animales no domesticados. Animales que, en edades adultas, son grandes, pesados, y requieren muchísimos cuidados. El trabajo que implica darles una vida segura y feliz es enorme: necesitan espacio, agua, comida, atención veterinaria (en algunos casos diaria), además de presencia, compromiso y cariño. Me interesa visibilizar ese trabajo, pero también algo más profundo: los animales no solo necesitan cuidados físicos, también necesitan —y reciben— cariño, conexión y confianza.
Y eso se nota. Todos saben que quienes los visitan y alimentan lo hacen con amor y respeto. Están seguros y tranquilos. Se comportan de forma natural, y expresan sus personalidades: algunos son juguetones, otros tímidos, algunos más independientes o incluso transgresores. Ver esto con atención es profundamente emocionante.
Recordé cómo la personalidad de mi perro, que venía con un historial de trauma, fue apareciendo poco a poco a medida que se sintió seguro, las primeras semanas tras haberlo adoptado. Acá ocurre lo mismo: estos animales también vienen de contextos donde fueron maltratados, donde se sentían constantemente en peligro, rodeados por una atmósfera de terror. Pero en el Santuario están tranquilos y se ven felices. Tan felices como para expresarse con libertad y autenticidad: los que no quieren ser acariciados se alejan, y eso está bien. Otros, como la chanchita Peppa, disfrutan el contacto y se echan al lado tuyo con la guatita hacia arriba, pidiendo caricias igual que un perrito. Un perrito rosado de 200 kilos, y de una ternura infinita.
Cada animal tiene su historia. La vaca Empatía, por ejemplo, aún sufre por la pérdida de su ternero, que fue asesinado de forma brutal. Ella prefiere estar lejos de la gente. En cambio, Dulzura —otra vaca del santuario— disfruta que le rasquen la cabeza con cariño. Cada uno tiene su propio proceso, su personalidad, su forma de habitar este nuevo espacio.
Conocer un lugar donde algunos animales —de los millones que sufren cada día en mataderos y criaderos— pueden vivir felices y seguros, me conmovió profundamente. Tal como lo imaginaba. Eli y su familia cuidan de este espacio, que es literalmente su casa. Así como los perros y gatos de nuestros departamentos son parte de nuestra familia, las vacas, chanchos y ovejas del Santuario Empatía son parte de la suya.
Hay pocos santuarios en Chile (otros son Santuario Igualdad y Santuario Clafira) y el motivo es claro: mantener uno implica trabajo constante y recursos considerables. Habrá quienes cuestionen si vale la pena todo ese esfuerzo para salvar “solo a algunos” de los millones de animales explotados. He escuchado más de una vez esa idea de que es como “vaciar el mar con una cuchara”. Pero no estoy de acuerdo.
La señal que entregan espacios como este es poderosa. Nos invitan a ver lo que la industria nos oculta: que esos animales a los que hemos estandarizado en eternas filas de producción son, en realidad, individuos. Con personalidades, deseos, historias, y experiencias subjetivas. No son distintos a los perros o gatos a los que, por razones culturales, sí les otorgamos protección.
Y en el fondo, tampoco son tan distintos a las personas. Sienten dolor, alegría, placer. Forman lazos de apego, resuelven problemas, tienen necesidades, miedos, gustos, habilidades particulares. No solo son sensibles: son sintientes. Eso significa que no solo perciben estímulos, sino que también los procesan emocionalmente. Son conscientes de sí mismos, de su entorno, y sufren cuando son amenazados o separados de sus seres de apego.
Esa idea, que viene afirmándose en mí desde que decidí dejar de comer animales, se hizo aún más nítida al conocer el Santuario Empatía. Y me encantó saber que existe un lugar así: uno que ayuda a visibilizar y transmitir esta convicción que me desespera que aún no sea comprendida por todo el mundo.
El valor educativo de los santuarios es enorme. No se trata de vaciar los criaderos o terminar con la industria. Se trata de hacer lo correcto y de inspirar a otros a hacerlo también.
¿Cómo ayudar y ser parte? Puedes amadrinar o apadrinar a alguno de los animales del Santuario, aportando con $5.000, $10.000 o $20.000 para su mantención y cuidados. Eso te permite conocer a tu animal y visitarlo periódicamente. También puedes comprar algunos de los productos disponibles en su tienda. Yo me anoté con el colgante “Empatía”, que no puedo amar más.
La invitación está hecha. Visita la cuenta del Santuario Empatía, conoce a sus animales, a la familia que con tanta pasión cuida de ellos, y descubre la tienda llena de productos hermosos. Y anímate a ser parte. La experiencia de conexión con esta causa no podrá si no hacerte disfrutar y reflexionar profundamente.
¿Conocías el Santuario Empatía? ¿Has visitado alguna vez otros santuarios? Me encantaría leer sus reflexiones al respecto 💚
Abrazos, nos leemos pronto.
Comparte:
Copiar URL Más posts de magdalenaAl enviar tus consultas o comentarios estás accediendo a recibir nuestro newsletter de forma mensual.
AGREGAR UN COMENTARIO