En 2020, en Tlalnepantla, México, funcionaba un criadero de conejos destinados a la experimentación. Era un edificio de cuatro pisos y, en lo más alto, vivían confinados decenas de estos animales. A un costado de las instalaciones, vivía una persona que solía ayudar a los gatos de la zona que deambulaban por los alrededores. Su casa, rodeada de edificios, solía recibir a los felinos que saltaban de un techo a otro y que en varias ocasiones caían en su patio. Para protegerlos, instaló una red de protección que amortiguara la caída y así los gatos pudieran estar a salvo al realizar el salto.

Un día, al regresar de su trabajo, notó una sombra en la malla de su patio. Pensando en que se trataba de otro gato, tomó su escalera para ayudarlo a bajar, sin embargo, se llevó una gran sorpresa al notar que no era un gato sino un conejo blanco. Fue así como conoció a Sora.

Sora -cuyo nombre significa “Cielo” en japonés- es una coneja albina que fue criada y utilizada para experimentación en un bioterio. Lamentablemente, dado a su genética, no produce melanina, lo que la hace especialmente vulnerable y más “útil” para el uso de experimentos.

La persona que la encontró sabía de la existencia del criadero ubicado junto a su hogar, pero jamás se imaginó que uno de los conejos lograría escapar así. ¿Cómo fue posible que saltará un conejo desde un edificio? ¿Qué la motivó a lanzarse así?

Milagrosamente, la conejita no tenía lesiones. Aun así, el reto de cuidarla no fue fácil, pues estaba constantemente rodeada de gatos. Fue entonces cuando, a través de las redes sociales, encontró el lugar ideal para ella y se puso en contacto con el santuario Huerto Vida Digna.

Un nuevo comienzo

Luego de dos semanas de que Sora haya encontrado el camino hacia su libertad, fue ingresada al santuario para que le brinden la atención y cuidados necesarios para su recuperación, así como un espacio libre y seguro para vivir en paz.

Su adaptación no fue fácil los primeros días. Estaba inquieta, asustada de ver a otras especies más grande que ella que también habitaban el lugar, como cabras y borregos, hasta que conoció Oso.

Oso es un conejo mestizo de raza cabeza de león. Este animalito fue clave en la recuperación emocional de Sora, pues fue él quien, con su amor y dulzura, la acompañó y ayudó a recuperar su confianza, haciéndola sentir completamente bienvenida en su nuevo hogar. Tras dejar a su manada atrás, este peludo amigo le enseñó los alrededores, donde encontrar las mejores hierbas y los sitios más frescos para descansar. Fue así como Sora descubrió que le fascinaban las peras que crecen en el santuario y las hojas tiernas de las flores de lavanda.

Han pasado ya cinco años desde aquel encuentro, actualmente, ambos conejos viven junto, inseparables. A Oso le encanta recostarse y dormir sobre Sora, ya que ella es más grande que él. A ella, por su parte, le gusta darle besos en la frente y limpiar su cara con suavidad. Son más que compañeros: son una familia.

Testimonio de esperanza

La historia de Sora es el testimonio vivo de resiliencia y esperanza. En un acto que parecía imposible, esta conejita encontró la fuerza para escapar de un criadero, lanzarse hacia lo desconocido y cambiar su destino. Ahora, rodeada de amor, naturaleza y cuidado, ha encontrado su lugar en el mundo.

Así como ella, muchos animales se encuentran resguardados y viviendo llenos de amor en el santuario Huerto Vida Digna. Cada uno con una gran historia detrás.

Durante diez años, este santuario les ha brindado cuidado y amor a distintas especies animales, asegurándoles un entorno y equipo capacitado, que aboga por su protección y libertad.

Si deseas conocer más sobre Huerto Vida Digna y apoyarlos en su causa, puedes ingresar a sus redes sociales y apreciar su labor. Ayúdalos a salvar y cuidar a más animales como Sora.

Un mundo sin opresión es posible.