Vida imaginada de un perrito adoptado. Episodio 3: El primer amor verdadero
Acercándonos al final de la historia de este maravilloso perrito, acá va la tercera entrega de la vida de Hochiminh: una vida feliz, un amor verdadero, y un nuevo momento de incertidumbre.
Después de una pausa cortita, ya que hubo otros temas contingentes sobre los que era importante escribir, vuelvo con las crónicas de Hochiminh. Mi perrito ha estado cada vez más feliz y seguro. Se nota que a lo largo de los últimos meses es cada vez más él mismo y expone su verdadera personalidad.
Más contenido entonces para imaginar el próximo capítulo: la vida tranquila y segura que forjó su personalidad juguetona y cariñosa. El amor verdadero con quien pasaría años felices, rurales y protegidos.
Así que después del Episodio 1 y Episodio 2, acá llega la tercera parte de la vida inventada de un perrito maravilloso: “El primer amor verdadero”
Un perrito salvado por la campana
Su segunda familia adoptiva se había aburrido de su comportamiento adolescente y tomado la peor decisión. Se estaban preparando para dejarlo en un potrero lejano donde “pudiera vivir libre en la naturaleza” y sus días estaban contados. Un perro pequeño como él no sobrevive fácilmente en las calles, urbanas o rurales.
El día antes del planificado abandono, ocurrió lo menos probable: una vecina enterada de los planes, y preocupada por el destino del perrito, quiso regalárselo a su mamá. La señora había quedado recientemente viuda y la haría bien la compañía perruna. Vivía en una parcela cercana, en la ruralidad con todas las de la ley: gallinas, huertos y espacio para correr.
Este es posiblemente el primer milagro que hizo posible la llegada de Hochiminh a mi vida, y el espacio donde pudo crecer feliz la mayor cantidad de años de su vida.
Felicidad perruna en la ruralidad
Sin dimensionar la relevancia de sus actos, y solo buscando compañía para su mamá, la vecina salvó la vida de un perrito con una capacidad enorme de dar amor. Hochiminh acompañó la vida de su nueva dueña durante años, se convirtió en su regalón, pasó noches durmiendo a su lado y tardes durmiendo siesta al solcito mientras ella tejía, leía, cocinaba o veía su programa favorito en la tele.
Hochiminh se hizo amigo de los perritos del barrio, de las parcelas adyacentes, adquirió su gusto por correr en círculos como loco y con la lengua afuera. Aprendió a cuidar a las gallinas de su compañera. Pudo satisfacer toda la curiosidad de su naricita investigando y memorizando olfativamente hasta el último centímetro cuadrado de la parcela.
Siempre fue naturalmente un perro poco agresivo, obediente y muy inteligente. Conocido por todos en el barrio como el indispensable compañero de la vecina, cuando lo veían la hablaban bonito y le tiraban una comidita para mimarlo.
La facilidad con que Hochiminh aprendió a responder al nombre que elegí para él, me hace imaginar que su nombre durante estos años fue parecido. ¿Cochinín? ¿Chiquitín? ¿José Luis?
Fuera cual fuera su nombre, fue un perro feliz, bien alimentado, acariciado y seguro durante… Quizás cinco, siete o nueve años.
Todo acaba tarde o temprano: lo malo y lo bueno
Pero una tarde de verano, mientras empezaba a caer la frescura de la tarde, su compañera se sintió extraña. Le dolió la cabeza y se sintió un poco mareada y débil. Quizás el almuerzo le hubiera caído mal, o se esforzó demasiado en la cocina durante el día, así que decidió ir a la cama temprano y descansar un poco. No pudo despertar más de ese sueño.
Hochiminh se quedó esperando el desayuno durante varias horas, extrañado de que su compañera estuviera durmiendo hasta tan tarde. Se acostó a su lado a esperar que despertara con paciencia, hasta que su hija, quien había tenido la brillante idea de darle a Hochiminh un nuevo hogar, llegó para darse cuenta de lo que había pasado.
Los días siguientes fueron confusos para mi perrito. Los vecinos se turnaron para cuidarlo, pasando de casa en casa durante semanas y buscando respuestas a su cambio de rutina entre sus amigos perrunos. Pero nadie pudo explicarle bien porqué no podía volver a su hogar, con su persona favorita, su amor verdadero.
Cómo convertirse en un perrito resiliente
Aquí es donde se forja una resiliencia única. Una capacidad de enfrentar el futuro con optimismo, sin olvidar su capacidad de amar, disfrutar de la vida y ser feliz. Siempre ante cada dificultad o incertidumbre, el destino le había respondido con buenas oportunidades. Decidió esperar con paciencia a lo que le deparara esta nueva etapa, con confianza en lo que viniera.
Próximamente, el penúltimo episodio de la vida de este perrito, el que termina con nuestro encuentro y su incorporación a mi vida para hacerla más maravillosa y feliz que nunca 💖.
¿Alguna idea de lo que viene? Nos leemos luego, un gran abrazo :)
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