articulos |Publicado el 26-09-2020

El oficio ancestral de la recolección de productos silvestres

Te invito a conocer a las recolectoras del bosque, mujeres que ejercen el oficio ancestral de recolectar productos naturales en zonas silvestres de manera sostenible.

A veces, uno siente que algunos planetas se alinean y uno siente que tuvo la suerte de conocer a personas que se quedarán con uno para siempre. Cuando por cosas azarosas de pega, conocí hace algunos meses a un grupo de mujeres recolectoras del bosque, y además tuve la posibilidad de escuchar sus historias, sus motivaciones, propósitos y sabidurías, sentí que los planetas se habían alineado para mi.

Las recolectoras del bosque son mujeres (también hombres, pero en su mayoría mujeres) que recorren zonas silvestres de Chile, cercanas a los lugares que habitan, recolectando productos que crecen de manera natural como maqui, rosa mosqueta, nalcas, hongos, y hierbas medicinales como manzanilla, boldo, toronjil, ortiga, manzanilla, ajenjo, salvia, orégano, matico, llantén y muchísimas más. La mayoría se organiza en agrupaciones, con las cuales trabajan en equipo y de manera colaborativa para recolectar y procesar lo recolectado, y convertirlo en productos como cosméticos naturales, mermeladas, mezclas para hacer infusiones, aceites esenciales, productos deshidratados, mezclas de condimentos, etc, que luego comercializan en mercados locales o regionales.

A pesar de haber visto muchas veces algunos de estos productos en la feria los fines de semana, o en los conocidísimos pueblitos artesanales que me encanta recorrer cuando tengo la oportunidad de viajar por Chile, nunca se me ocurrió pensar qué había detrás. 

Una vez un amigo, con el que estábamos tomando té y conversando de lo terrible de las cadenas productivas que hay detrás de los productos que consumimos diariamente, me dijo “Es como tu bolsita de té. Mira más allá de la taza de té que tomas varias veces al día: el té fue cultivado y cosechado en algún país de Asia al otro lado del mundo, envasado quizás en otro país distinto, traído en un barco pasando por varios puertos hasta llegar a San Antonio o Valparaíso, luego transportado en camión al supermercado, donde puede haber estado almacenado semanas en bodegas antes de llegar a estar disponible en una góndola. Este proceso dura varios meses, genera una cantidad enorme de emisiones y residuos, para que disfrutes un té durante 10 o 15 minutos”. Muy severo mi amigo, pero me instaló para siempre la idea de que este y muchos otros procesos productivos no tienen ningún sentido.

Cuando conocí a las maravillosas recolectoras y el trabajo que hacen, recordé la historia de la bolsita de té y me sentí feliz de conocer otro proceso productivo, detrás del cuál podremos encontrar cosas mucho más valiosas que lo que hay detrás de la bolsita de té tradicional. Hay menos emisiones y menos residuos, hay productos locales y más sanos, y muchísimo más.

Detrás hay mujeres increíblemente sabias, que viven en un estado de conexión permanente con los ciclos de la naturaleza, con los que creo que a tantos nos hace falta conectarnos. Conocen exactamente cuándo comienzan y terminan las temporadas en que corresponde recolectar cada producto, y reconocen hace años el efecto que tienen en el ecosistema la falta de agua y el aumento de las temperaturas. 

Mujeres expertas, que saben cómo desprender el fruto de la rama para que crezca con más abundancia en la temporada siguiente. Saben en qué hierbas el tallo debe cortarse de manera diagonal y en cuáles de manera recta, en cuáles más cerca de la raíz y en cuáles más cerca de la flor o el fruto. La expertis de la sustentabilidad se la juega en estos detalles, porque las recolectoras trabajan sobre la base del respeto a la capacidad de un ecosistema de entregarnos productos en cada temporada, y este respeto solo trae abundancia y prosperidad sostenida en el tiempo.

Mujeres conocedoras de la capacidad sanadora de las plantas, expertas en miles de hierbas, sus propiedades, cómo prepararlas y cómo consumirlas. Personalmente no creo en el reemplazo total de la medicina alópata por la medicina natural, pero sí creo que muchas veces abusamos del paracetamol y del ibuprofeno, y olvidamos que en la naturaleza hay posibilidades sanadoras y curativas. Las recolectoras poseen un conocimiento y una sabiduría enormes que son fruto del trabajo, experimentación y registro de generaciones y generaciones que han transmitido conocimiento valioso que debe ser conservado y traspasar hacia el futuro también.

Mujeres que preservan una tradición, que aprendieron a recolectar y procesar con sus padres, madres, abuelas y abuelos. Que han vivido la recolección como una forma de ser familia, como una forma de dar identidad y apropiarse de su territorio que conocen a la perfección, por donde saben moverse por rincones ocultos, quebradas, pajonales y bosques tupidos.

En los últimos años en que se ha puesto de moda la sustentabilidad, todas las marcas alegan ser sustentables y el color verde se convirtió en un color marketero. Se habla de nuevas tecnologías, de economía circular, de tratados, leyes, nuevos sistemas y nuevas industrias. Al ver a las recolectoras y el trabajo realizado por sus agrupaciones, me doy cuenta de lo extraño que debe resultar para ellas este “descubrimiento”, porque ellas son sustentabilidad, siempre lo han sido, y no conocen otra forma de ejercer su oficio y de relacionarse con el mundo. La primera lectura fácil es que dependen de la naturaleza porque ahí está su sustento y su medio de vida, pero la realidad es que todos dependemos directamente del bienestar y conocimiento de la naturaleza, y la distancia que se ha producido entre muchos de nosotros y esa realidad verde, ha creado la ilusión de que dependemos de la economía, de las empresas y de las cadenas productivas. En mi opinión no hay nada más equivocado.

Necesitamos más cercanía con la naturaleza, más observación de los ciclos, más conocimiento de las especies de flora y fauna, más conexión profunda con los ecosistemas. Escuchar a mi hermoso grupo de recolectoras sentirse traspasadas por los paisajes, escucharlas agradecer cada día que tienen la posibilidad de recolectar en el campo y disfrutar su oficio que les permite habitar y cuidar su territorio, me llena de ganas de dar a conocer esta realidad.

En Chile hay más de 37.000 personas que se dedican a la recolección de productos silvestres, que trabajan de manera sostenible y experta, dedicándose con pasión a generar mejores condiciones laborales para sus agrupaciones, a dar a conocer su oficio, sus productos y su territorio, y a frenar el deterioro de los ecosistemas que habitan, fenómeno del cual probablemente todos estamos más que al tanto. 

Puede parecer básico, pero ser sustentable no es sólo reciclar, ni reducir los plásticos de un solo uso, ni andar en bicicleta o comprar ropa usada porque hemos leído manuales de tips y sugerencias verdes. Es ir más allá, potenciando, admirando y dando a conocer liderazgos femeninos, prefiriendo productos locales, prefieriendo productos elaborados en condiciones dignas y seguras, prefiriendo productos que en su producción impactan el desarrollo local y potencian culturas, oficios y conocimientos valiosos. Es decidir salir del supermercado y buscar otras formas de abastecernos, porque cada vez hay más, y las redes nos dan la posibilidad de concoer, acrecarnos, apoyar y consumir. Es renunciar a algunos productos porque al ver lo que hay detrás, entendemos los costos que muchas veces nosotros no estamos pagando, pero que son altísimos para otras personas, otros ecosistemas.

Para mi, acostumbrarnos a mirar más allá de los productos, de las acciones y de las decisiones que tomamos diariamente, y adoptar un modo de vida que sea coherente con lo que encontramos, es avanzar hacia la sustentabilidad. Y sé que el camino es largo y difícil.

Quise escribir este artículo porque el contacto con las recolectoras del bosque y su estilo de vida, me recordaron el enorme desafío que tenemos, especialmente las personas como yo que viven en ciudades y están más cerca de la invisibilidad de las cadenas productivas, y más lejos de las recolectoras y de la riqueza de la naturaleza.

No puedo dejar de sentir una admiración infinita por este oficio y por quienes lo ejercen, especialmente por las mujeres que se han posicionado en este rubro, por la coherencia y la constancia con que trabajan, por su capacidad de colaborar, de trabajar en equipo, por la resiliencia con la que enfrentan los desafíos del deterioro de los ecosistemas, por su capacidad de maravillarse cada vez que salen al campo y por la enorme sabiduría que acumulan en sus mentes y corazones, y que apenas tienen la oportunidad, traspasan a todos quienes necesitan escucharlas.

Espero que a través de este artículo también se instale en ustedes la inquietud de un nuevo estilo de vida, tratando de ver más allá del producto en su mesa o en su casa. Espero que la autenticidad y coherencia de las recolectoras del bosque los desafíe como me desafió a mi. Y espero que todos busquemos a esas personas que están cerca y que nos desafían a salir de la zona de confort hacia una transformación profunda, y hacia la verdadera sostenibilidad.