articulos |Publicado el 26-08-2021

Cuatro patas que curan el alma

Conoce un poco de mi historia de vida y cómo Chava llegó para ser parte importante de esta.

Hace algún tiempo he querido escribir sobre este tema pues es una de las razones del por qué creo que tener un perro o una perra, un gato o una gata hace mejor nuestra vida.

En el 2015 me enfrenté a un sentimiento que solo el que ha pasado por esa experiencia sabe de que hablo y es el de perder a mi madre. Nací después de varios años después de mi último hermano así que mis padres parecían mis abuelos y mis hermanos mis padres. A mi padre lo perdí en mi juventud temprana y quedé conectada con mi madre como la hija más pequeña y con toda una vida aún por desarrollarse, nos volvimos una gran compañía y en sus últimos años su principal cuidadora.

Mis veintes y parte de mis treintas estuvieron marcados por mi desarrollo profesional y vivir entre médicos y tratamientos de sus enfermedades. Aunque había comenzado a tratar de vivir un nuevo camino con el amor de mi vida y con la misión de crear un hogar, aún estaba conectada con su cuidado y de tratar de ser la mejor hija que ella se merecía. El romper esta conexión con su muerte se creó un vacío tan fuerte en mí que me estaba llevando camino a la depresión o hasta estuve deprimida sin saberlo, pues perdí el interés por el presente o el futuro, en conclusión mi corazón estaba roto.

Nunca tuve un perro o una perra y al estar ya con una casa independiente pensé que era la oportunidad perfecta para amar y ayudar a otro ser. 5 meses después de la muerte de mi madre, rescaté una cachorrita criolla que duró con nosotros 12 días pues murió a causa del moquillo así que me tocó, sin buscarlo, enfrentarme a otro sentimiento de pérdida que se sumó al duelo del que ya llevaba varios meses aferrándome.

Luego un mes después, llegó Chava a mi vida, una perra abandonada con su hermana en una carretera a punto de morir, estuvieron hospitalizadas juntas varios días pero su hermana no lo logró y a ella también le tocó enfrentarse a la muerte de un ser amado. Cuando llegó a nuestras vidas sentí que poco a poco su existencia iba curando mi corazón y me forzó a salir de un mundo triste en el que ya me sentía cómoda.

Chava llegó a enseñarme que la vida se vive en el presente y cada momento cuenta, así que comencé a disfrutar sus ataques de felicidad reflejados en pequeños mordiscos con sus dientes corto punzantes de cachorra, los “NO” contundentes para corregirla mientras me ladraba pensando que estaba jugando, el desorden de tener miles de medias en la cama en forma de bolas y llenas de babas, pues todas terminaban como juguete nuevo, así los días fueron pasando y Chava curaba mi corazón mientras también curaba el suyo, pues sus ojos vidriosos y tristes se convirtieron en un par de canicas brillantes e iluminadas. Varios fueron los momentos de quiebre donde recordar la ausencia de mi madre hacía que me sentara en el piso a llorar sin control, pero siempre estaba ella, Chava, veía mis lágrimas y sin hacer mucho alboroto se sentaba en mis piernas y de inmediato sentía como mi corazón dejaba de arrugarse para convertirse en un músculo fuerte y brillante.

Desde ese momento me prometí nunca dejar de tener un perro o una perra en mi vida, he tratado de ayudar a los que más he podido y ahora Chava tiene otros dos hermanitos rescatados que completan nuestra familia.

Tener un animal de compañía en un momento tan fuerte como la pérdida de un ser querido es para mí la terapia principal de recuperación de un duelo, ayudan a mitigar los desbalances emocionales a los que te enfrentas y su capacidad de percibir lo que sientes hacen que actúen como un terapeuta incondicional y con turno de 24 horas, refuerzan el sentido de intimidad, te ayudan a retomar el relacionamiento social y te dan un motivo para salir del lugar oscuro donde estés mental y espiritualmente pues es un ser vivo que depende de ti para estar bien.

Es por esto que desde mi experiencia personal animo a cualquiera que se sienta abrumado con un dolor de corazón o esté pasando por un momento oscuro en su vida a amar un animal y a sentirse cerca de ellos, lo animo a acariciar una vaca, cargar un conejo, tocar un caballo o tener un gato o un perro en tu familia pues ellos complementarán tu vida para hacerla más emocionante, más alegre y llena de amor incondicional. Es por todo esto que puedo decir con toda la seguridad que mi perra y yo nos rescatamos mutuamente para sanar nuestra alma.

“Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida”. Anatole France.

Gracias por leer :)

Si quieres seguir a Chava en redes la puedes encontrar en su cuenta de Instagram @chavalareina