datos |Publicado el 28-09-2020

Una introducción a la experimentación animal y alternativa.

Te explico los pros y contras de la experimentación animal así como los de la experimentación alternativa.

 

Cuando hablamos de poner fin a la experimentación animal en la industria cosmética, muchas personas muestran su preocupación sobre cuál sería la forma de probar que los cosméticos que utilizan son inocuos para ellos, ya que los ensayos toxicológicos en los que se pone a prueba qué tan irritantes, cancerígenos y teratógenos pueden llegar a ser los ingredientes de un producto se suelen realizar en animales. Entonces, si los productos no se prueban en animales, ¿en qué se prueban? ¿Qué me garantiza a mí como consumidor que el producto cruelty free que voy a usar no me va a hacer daño? Por lo tanto, hoy decidí hacer un post contándoles un poco más sobre la efectividad de la experimentación en animales (sin llegar a documentar todo el dolor y crueldad de estos) así como las bondades de las pruebas alternativas.

Empecemos por el argumento más obvio y el que más se usa para motivar a la gente a dejar en el pasado la experimentación animal: ningún animal es igual a nosotros. Cada especie es única y el ser humano no es la excepción, por lo tanto comparar la respuesta de un ratón, conejo o incluso otro primate, no es exactamente igual a la que podríamos tener los seres humanos. Sin embargo, no podemos negar que por estar emparentados evolutivamente con los primates y el resto de los mamíferos, sí que tenemos características en común; no obstante, ni siquiera con estos, nuestro nivel de respuesta nunca será 100% similar (Langley, 2009).

El siguiente punto, que ha tomado fuerza en los últimos años, es que los resultados observados en un conejo, perro, primate o cualquier otro animal, pueden variar con respecto a los del humano no sólo por ser especies diferentes, sino por su reacción ante el estrés y miedo que siente por estar encerrado en un lugar lejos de su familia, un lugar que no es su hábitat natural, un lugar sin suficiente espacio para hacer ejercicio ni realizar conductas normales propias de su especie, aunado al dolor del manejo de los animales en el estudio. Esto puede crear una respuesta tanto a nivel bioquímico, inmunológico, fisiológico y de comportamiento, desencadenando diferentes moléculas en el cuerpo que no se mostrarían si los animales no estuvieran expuestos a esa situación artificial, por lo tanto los estudios pueden dar resultados que no sean estrictamente del experimento sino de la respuesta del animal al estrés (Balcome, 2004). Así pues, en 1997, Trevor Poole publicó una obra titulada “Happy animals make good science”, en donde expuso esto a la comunidad científica, en consecuencia, ahora se aboga por el “bienestar” del animal tanto por la parte bioética de señalar el dolor y sufrimiento del animalito únicamente por una razón humana, ajena a ellos mismos, como por la parte de que los resultados que salgan de la investigación tengan mayor validez (Poole, 1997). De hecho, algunos estudios mencionan que el 89% de las investigaciones con animales no se puede replicar debido a diseños deficientes en el estudio (Graham, 2015).

Algo más que me gustaría mencionar es que en diversas ocasiones, se utilizan modelos animales en la ciencia debido a que es prácticamente imposible realizar ciertos experimentos en humanos, no sólo por la parte ética sino por el modelo humano per se, con esto me refiero a que si se quiere hacer un experimento en el que se deba documentar cómo funciona en el cuerpo cierta molécula a lo largo de toda la vida del organismo, tomando en cuenta que el promedio de vida del ser humano es de 80 años, no es un experimento viable, razón por la que ocupan animales cuyo promedio de vida es de 2-3 años, como un ratón. Además, argumentan que el uso de un animal cuyas condiciones pueden ser controladas, teóricamente, al 100%, deja un menor error en el experimento, a diferencia de utilizar en éste a un humano. No obstante, con lo mencionado, nos queda cuestionarnos si de verdad el ser humano es capaz de homogeneizar realmente todo el ambiente en el que se encuentran sus modelos de estudio animal, pues aunque se pueda controlar su dieta y su exposición a ciertos ambientes, el sólo hecho de mantenerlos hacinados puede dar lugar a cambios en el organismo del animal (Langley, 2009). Tal vez es momento de dejar de confiar tanto en las pruebas del pasado y empezar a abrir los ojos hacia la nueva tecnología que tenemos en frente.

Ahora es hora de responder la pregunta “si los productos no se prueban en animales, ¿en qué se prueban?”. Hablemos sobre las alternativas a la experimentación animal.

Existen diferentes abordajes pero podemos resumirlas en métodos in silico y métodos in vitro (Balls, 2020).

En los modelos in silico se identifican las propiedades físicas, químicas y biológicas de la sustancia que deseamos probar y, con ayuda de las bases de datos existentes, se realiza una búsqueda de sustancias similares a ella, luego, a través de modelos matemáticos y computacionales se predice su comportamiento. Puede sonar como un abordaje muy poco confiable, pero te sorprenderías de las maravillas que hacen los modelos matemáticos y computaciones con la cantidad de información que se tiene actualmente (Prescott, 2017).

Otra forma son los modelos “in vitro”, en los que se requiere de células que son extraídas de alguna parte del cuerpo humano o de animales. ¿Cómo se realiza? Como idea general se extraen un poquito de células de una persona sana o con alguna condición en específico (como alguien con cierto tipo de cáncer) de acuerdo al objetivo del estudio. Las células pueden ser de diversos tipos como sangre, células de la piel, células de los ojos, células del hígado, etc., básicamente, de cualquier parte que se desee analizar su respuesta ante una sustancia nueva. Estas células deben colocarse en las condiciones necesarias para que puedan sobrevivir y reproducirse fuera del cuerpo, esto se logra con una concentración de oxígeno y una temperatura específicos, así como de la administración de ciertos nutrientes. Al paso de unos días, estas células (a las que se les llama cultivos celulares) son capaces de mantenerse y de replicarse fuera del cuerpo del que fueron extraídas, teniendo las mismas características que tienen estando dentro de él, o sea, si se utilizaron células de la sangre, estas siguen teniendo su forma redondita típica, siguen secretando las mismas proteínas que secretan las células sanguíneas, siguen realizando las mismas funciones que las células sanguíneas. Con esto se consigue realizar experimentos sin necesidad de causar dolor y sacrificar a un animalito y probando la sustancia de interés en verdaderas células humanas. No obstante, el alcance de estos ensayos es limitado, debido a que, aún cuando sean las mismas células humanas, al estar separadas del resto del cuerpo no tienen comunicación con el resto de los tipos celulares que conforman nuestro sistema entero. Para resolver este problema, se están creando “biochips” u “órgano-chips”, que son cultivos celulares hechos cada uno de diferentes tipos de células del cuerpo (unos de sangre, otros de piel, otros de hígado, etc) e interconectados entre sí a través de unos canales que hacen fluir los nutrimentos necesarios para su crecimiento, reproducción así como comunicación entre ellas (Prot, 2012). Con ayuda de estos biochips podemos recrear el ambiente de un órgano completo, o de un organismo y así identificar otras respuestas del organismo al ser expuesto a la sustancia puesta a prueba.

Les dejo una linda imagen de un cultivo celular siendo visto al microscopio (sí, ahí en esa cajita transparente están las células 😲).

Actualmente algunos de estos métodos alternativos ya se encuentran validados por la OECD (Organización para el Desarrollo y Co-operación Económica) y se espera que las regulaciones de todos los países se actualicen para que en alrededor de 5 o 10 años las pruebas en animales en la industria cosmética sean parte del pasado.

Espero que este post les ayude a sentirse más seguras sobre la calidad de los productos cruelty free que usan o en su defecto, que se animen a comenzar a usarlos. ¿Les gustaría que ampliara este tipo de información en próximos post? Déjenmelo saber en los comentarios así como las dudas que hayan surgido.

Referencias.

  • Balcome, J.P., et al. (2004). Laboratory routines cause animal stress. Contemp. Top. Lab. Anim. Sci. 43, 42-51.
  • Balls, M. (2020). It’s time to reconsider The principles of humane experimental technique. Alternatives to Laboratory Animals. Jan;48(1):40-46.
  • Langley, G. (2009). The validity of animal experiments in medical research. RSDA 1, 161-168.
  • Melanie L Graham, Mark J Prescott. (2015) The Multifactorial Role of the 3Rs in Shifting the Harm-Benefit Analysis in Animal Models of Disease. Eur J Pharmacol. Jul 15;759:19-29.
  • Poole, T. (1997). Happy animals make good science. Lab. Anim. 31, 116-124.
  • Prescott MJ, Lidster K.(2017). Improving quality of science through better animal welfare: the NC3Rs strategy. Lab Anim (NY). Mar 22;46(4):152-156.
  • Prot, J. and Leckerc, E. (2012). The current status of alternatives to animal testing and predictive toxicology methods using liver microfluidic biochips. Ann Biomed Eng. Jun;40(6):1228-43.