Huerta Vida Digna nació en abril del 2015 en Amecameca de Juaréz, México. Este espacio inició como un proyecto que promovía la agroecología y la soberanía alimentaria. Hace 10 años se podría haber observado siembras de hortalizas, cultivos de hongos, deshidratadores solares y otras ecotecnias. Sin embargo, tras la inesperada llegada de La Pinta, una gallina New Hampshire, -raza explotada para la producción de huevo "orgánico/ecológico/libre pastoreo"-, todo cambió en Huerta Vida Digna.

A partir del arribo de La Pinta, el proyecto fue transformándose, recibiendo gallos y gallinas que se encontraban enfermos o que fueron desechados por la gente después de haberlos obligado a pelear.

Durante tres años, Huerta Vida Digna se mantuvo funcionando sin redes sociales ni apertura a visitas o voluntarios. En este entonces, eran 40 habitantes que, de una forma u otra, lograban vivir libres y de manera digna. Pero, a partir de diciembre de 2018, dieron paso a una comunidad digital a través de redes sociales y comenzaron a crear vínculos con diferentes personas y grupos de defensa animal. Esto hizo que aumentara mucho más el trabajo de cuidados hacia nuevos habitantes, dejando de lado la producción de alimentos y dedicándose a tiempo completo a la construcción de un santuario.

Fue así como poco a poco le abrieron las puertas a conejos, patos, borregos, cabras, cerdos y guajolotes, animales que de otra forma no hubiesen podido ayudar, ya que se especializaban exclusivamente en gallos y gallinas. Actualmente, alojan a más de 100 animales, de 9 especies distintas, que son considerados de granja y/o consumo. Cada uno tiene su historia de liberación y su historia de creación de vínculos a partir de que llegó al santuario.

Dado a que no cuentan con las instalaciones adecuadas, no reciben animales como caballos o toros, dedicándose únicamente a seres de talla pequeña.

El santuario se sostiene gracias a tres fuentes principales de ingreso. La primera proviene de la venta de productos relacionados con los habitantes, que incluyen desde stickers, botones y termos, hasta prendas de vestir. En ocasiones especiales, también elaboran conservas, vinos y dulces artesanales. La segunda fuente es el trabajo profesional de Víctor Bernal, dueño de Huerta Vida digna, cuyos ingresos contribuyen directamente al mantenimiento del lugar. Por último, pero no menos importante, está el apadrinamiento y los donativos que generosamente hacen las personas para apoyar a los habitantes del santuario.

En Huerta Vida Digna se aseguran de que sus habitantes tengan libertad de explorar y conocer a las demás especies, todos los lugares de su territorio y descubrirse a sí mismo en la transformación de su entorno. Cavar hoyos, romper ramas o bajar fruta de los árboles son algunas de las tantas formas que sus habitantes, los animales, tienen de apropiarse del terreno y sentirlo como su hogar.

Así como en su momento el proyecto dejó de ser únicamente agroecológico para convertirse en un santuario, hoy da un paso aún más profundo y transformador: transita de ser un santuario antiespecista a convertirse en un territorio antiespecista. Porque "territorio" no se refiere solo a un espacio físico, sino a un lugar con una carga política, ética y afectiva, donde cada habitante —sin importar su especie— tiene el derecho a vivir con dignidad, libertad y respeto. Este cambio refleja un compromiso cada vez más sólido con la justicia y la defensa de todas las vidas que coexisten en ese espacio.

Ayuda a Huerta Vida Digna a que siga siendo un territorio de libertad y dignidad para todas las especies. Cada donativo es una semilla de justicia que florece en forma de refugio, alimento y cuidado. Dona hoy aquí y sé parte de esta transformación.

Para más información, sigue a Huerta Vida Digna en Instagram como @huerta_vida_digna, o haciendo click aquí.