articulos |Publicado el 13-01-2025

Investigación del autismo en animales: ¿es el enfoque correcto?

El ratón ha sido el modelo principal en la investigación neurocientífica, lo que ha causado diversas opiniones entre expertos, pues según algunos su uso no ha generado resultados suficientes que ayuden a quienes están dentro del espectro, otros creen que siguen siendo esenciales para avanzar en la investigación de este trastorno. Aquí te damos un resumen según lo expuesto por el medio periodístico Vox.

En el mundo de la investigación neurocientífica, los ratones son los que lideran en su uso. En tan sólo Estados Unidos, diez millones de ratones son estudiados en los laboratorios como proxis de cerebros humanos. Son pequeños, crecen rápido, y son relativamente fáciles de manipular genéticamente, lo que hace que sean ubicuos en las ciencias biomédicas. Desde estudiar algo fundamental en biología, como, por ejemplo, cómo las células funcionan individualmente, la comparación entre el humano y el ratón no se siente atroz. Pero cuando se utilizan ratones de laboratorio para estudiar condiciones humanas distintivas como el autismo, los paralelos comienzan a romperse.

Quince años atrás, los investigadores introdujeron por primera vez modelos de autismo en dos ratones de laboratorio, cada uno portaba una mutación genética semejante al autismo humano. Postularon que dichos ratones se comportaban como los humanos autistas, prefiriendo la soledad antes que reunirse con otros ratones nuevos, y chirriaban con menor frecuencia en comparación con los ratones no autistas.

Sus resultados generaron grandes cambios, inspirando a los investigadores a experimentar con otros genes asociados al autismo. Desde la época de los 2000, los neurocientíficos han criado más de 20 tipos de modelos de ratones con problemas motores, sensibilidades sensoriales, y comportamientos repetitivos. Cada uno de ellos captura alguna característica del autismo humano, siempre que se comprenda que un ratón que entierra canicas es lo mismo que, por ejemplo, un niño autista que insiste en comer la misma comida todos los días.

Jill Silverman, una doctora recién graduada trabajó en los 2000 en el Instituto Nacional de Salud Mental (National Mental Health Institute), realizó experimentos utilizando ratones de laboratorio que poseían una parte faltante de su gen Shank3, una mutación genética presente en 1 de 100 personas autistas. Estos ratones Shank3 parecían presentar algunos comportamientos característicos del autismo, como disconformidad social, aseo compulsivo, comportamientos y estimulaciones corporales similares a los humanos autistas.

Silverman, ahora una principal investigadora en el centro UC Davis Medical Investigation of Neurodevelopmental Disorders (MIND) Institute aún sigue recibiendo elogios sobre esos ratones, incluso cuando algunos de sus resultados no pudieron ser reproducidos en experimentos futuros. Mientras que ella aún trabaja con ratones de laboratorio y destaca la importancia de entender las comorbilidades y los desordenes genéticos asociados a ellas, indica que “el desarrollo cerebral alterado en un ratón jamás será autismo, porque el autismo es únicamente humano”. Pero cuando le alaban sus investigaciones más tempranas asociadas a la semejanza entre los ratones genéticamente modificados y el autismo, dice: “es el peor error que he cometido”.

En las últimas décadas, billones de dólares han sido invertidos en la investigación del autismo, financiando un gran número de experimentos, incluyendo más de 1.500 estudios únicamente en Estados Unidos en el 2020. Muchos de estos estudios utilizan animales, especialmente, ratones.

Cuando Vox preguntó por un ejemplo tangible sobre los beneficios que este método de investigación ha generado, la científica veterana Brigitta Gundersen, quién gestiona las investigaciones en roedores financiadas en Simons Foundation Austim Research Initiative (SFARI), indicó: “francamente, tengo dificultades para pensar en un ejemplo en las áreas de la psiquiatría”. En teoría, comprender como se manifiesta el autismo en el cerebro y el cuerpo debería ayudar a los científicos a desarrollar tratamientos mas efectivos para los síntomas debilitantes, como convulsiones, desafíos de movilidad, y autolesiones. Dado que aún hay mucho que comprender sobre el funcionamiento del cerebro en general, no únicamente autista, este tipo de investigación es de “largo camino” como indica Gundersen.

Sin embargo, si analizamos los números, las investigaciones que exploran cómo ayudar a las personas autistas a navegar la vida cotidiana, la investigación que muchas personas autistas dicen que les gustaría ver, estas aún reciben solo alrededor de una cuarta parte del dinero asignado para la investigación del autismo en los EE. UU. En un momento en que los diagnósticos de autismo van en aumento, por razones que los científicos aún no comprenden del todo, ¿por qué gastamos tanto en ratones que posiblemente podrían eventualmente ayudar a los humanos, y gastamos tan poco en servicios que podrían ayudar a los humanos ahora?

¿Pueden los biólogos criar ratones autistas? (No realmente)

En el mundo de la investigación biomédica, donde existen factores de riesgo genéticos, existen modelos de ratones genéticamente alterados. Pero al seguir recurriendo a los roedores que están tan acostumbrados a estudiar, los investigadores se están absteniendo de comprender plenamente cómo se manifiesta el autismo en los humanos.

Los ratones son pequeños, se reproducen rápidamente y comparten alrededor del 85% de sus genes funcionales con los humanos, lo que los hace deseables para los genetistas que esperan estudiar enfermedades fuera del cuerpo humano. Si bien los modelos no animales están reemplazando lentamente las pruebas con animales en muchas áreas de la ciencia, "se necesita un animal vivo para estudiar un trastorno que es únicamente conductual", dijo Silverman. "Las células no se comportan".

Los ratones se comportan, pero su comportamiento es muy diferente al nuestro. Por eso, los neurocientíficos han tenido que esforzarse para establecer paralelismos entre el comportamiento de los ratones y el de los humanos autistas. Si un ratón entierra canicas con un fervor inusual o se arregla demasiado, un estudio puede calificarlo como "comportamiento repetitivo". Si un ratón prefiere estar solo a estar con un ratón extraño en su jaula, está mostrando "déficits sociales". Los estudios incluso han medido cambios en las vocalizaciones ultrasónicas en ratones para tratar de comprender los problemas del habla en humanos autistas y han registrado la actividad eléctrica del cerebro de perros con mutaciones genéticas relacionadas con el autismo para ver si el LSD podría mejorar sus interacciones sociales. Sin embargo, el comportamiento animal es quisquilloso, especialmente cuando esos animales viven en pequeñas jaulas de laboratorio, lejos de su hábitat natural. El mismo ratón de laboratorio en el mismo lugar de siempre puede, por ejemplo, enterrar menos canicas de lo habitual un día porque se distrajo con el olor del champú que el experimentador usó esa mañana.

Según el medio Vox, el error humano también puede influir. Un estudiante de posgrado exhausto puede contar mal el número de veces que dos ratones chocan la nariz. Es posible que los investigadores de diferentes laboratorios ni siquiera se pongan de acuerdo sobre qué significa ese comportamiento de chocarse la nariz o cómo clasificarlo en sus artículos. "Simplemente se presta a una falta de reproducibilidad", afirmó Gundersen. También los ensayos preclínicos para nuevos tratamientos, que a menudo se realizan en animales, resultan difícil de trasladar a humanos. Muchos síntomas, especialmente aquellos relacionados con las interacciones sociales y la comunicación, son claramente humanos, hasta el punto de que son casi imposibles de reproducir en ratones. "Ya sabes", dijo Gundersen, "los ratones no hablan".

Hoy en día, cada vez más científicos rechazan la idea de que los ratones puedan en realidad exhibir comportamientos similares al autismo. "Nadie piensa que los ratones estén modelando el autismo" dice Gundersen. Pero el número de publicaciones que presentan “modelo(s) de autismo en ratón” en el título ha aumentado constantemente desde que se introdujeron por primera vez a mediados de la década de 2000. Un cínico podría preguntarse por qué los científicos continúan con esta línea de investigación, cuando tanto los autodefensores del autismo como un número cada vez mayor de líderes en biomedicina dicen que no tiene ningún sentido.

El sistema de solicitud de subvenciones es realmente competitivo. Para aumentar sus posibilidades de obtener financiación para la investigación, los solicitantes tienen que modificar sus propuestas de investigación para alinearse con los financiadores. Por lo tanto, algunos expertos sospechan que algunos científicos están usando la agenda de investigación del autismo como un vehículo para un número relativamente pequeño de cuestiones abstractas de ciencia básica, cuyo objetivo es ampliar el conocimiento sin necesariamente traducirlo en nuevos medicamentos u otras medidas prácticas. Basta con mirar a los ratones: durante años ha quedado claro que son un mal sustituto de las personas autistas, pero muchos investigadores biomédicos han construido sus carreras en torno a su uso. Alejarse de los modelos disfuncionales requiere tiempo, dinero y evaluar críticamente hallazgos antiguos e imperfectos, algo que los científicos realmente no están incentivados a hacer.

Pero no es que las personas autistas no consideren importante la ciencia. Más bien, muchos de ellos creen que la búsqueda de una “cura” para el autismo no debería recibir tanta financiación, en comparación con otras áreas de investigación.

La investigación sobre el autismo se debate entre distintas visiones

Cuando se excluyó a los representantes de los autistas del proceso de toma de decisiones, del financiamiento de cosas de ayuda inmediata, como la ayuda a la comunicación o el apoyo a la vivienda, se fueron quedaron en el camino.

Una de las grandes cuestiones que se interpone en el camino de las recomendaciones de la Interagency Autism Coordinating Committee (IACC), grupo que orienta sobre qué tipo de investigaciones relacionadas al autismo son prioridad para financiar, y la realidad: Las mayores fuentes de financiación de la ciencia, tanto públicas como privadas, no se construyeron realmente para financiar algo más que la investigación biológica. De las 28 organizaciones enumeradas como financiadoras de proyectos relacionados con el autismo entre 2019 y 2020, los Institutos Nacionales de Salud y SFARI -que solo otorgan subvenciones para la ciencia básica y la investigación clínica- en conjunto financiaron más del 80 por ciento de la investigación.

Organismos como el Departamento de Educación y la Administración para la Vida Comunitaria financian proyectos que estudian intervenciones para ayudar a los adultos autistas a evitar el internamiento en instituciones y vivir de la forma más independiente posible, que son las principales prioridades de los representantes de la comunidad autista. Sin embargo, sólo financian una pequeña parte de la investigación sobre el autismo.

Resolver este problema exigirá probablemente una redistribución importante del financiamiento o un gran aumento de los fondos disponibles para todos. “No estoy segura de que se pueda resolver del todo simplemente gritando a los Institutos Nacionales de Salud”, afirma Sam Crane, un defensor de las personas con discapacidad y un miembro público de IACC. De hecho, sospecha que la Oficina de Coordinación Nacional del Autismo, que supervisa la gestión del IACC, es consciente de que los miembros del IACC quieren financiar más estudios sobre cómo apoyar a la población autista. Es probable que el problema radique en que los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), el organismo federal responsable de la financiación, no estén recibiendo solicitudes de subvención para dichos estudios.

En definitiva, no necesitamos más modelos de ratón de autismo o de comportamientos similares al autismo. La ciencia biomédica tiene un papel que desempeñar, sobre todo para ayudar a las personas a controlar los síntomas de otros problemas de salud relacionados con el autismo, como la epilepsia y los trastornos del sueño, pero durante demasiado tiempo se ha llevado una parte desproporcionadamente grande de la financiación de la investigación sobre el autismo.

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Nota traducida por María Fernanda Chávez, Javiera Ramires y Jamir Céspedes.