noticias |Publicado el 01-04-2019

EL LADO B DE LA TERNURA: LA EXPERIMENTACIÓN EN CONEJOS

¿Cuántos somos los que morimos de ternura cuando vemos un video de un conejo comiendo zanahoria, saltando de un lado a otro o simplemente tomando una siesta con las “patas al aire”? Bueno, esos conejos son los afortunados. La otra cara de la moneda es bastante más cruda y tú podrías estar avalándola, pues anualmente mueren miles de conejos producto de la experimentación animal y la cifra no está próxima a disminuir.

Lamentablemente, muchos son los laboratorios que -a pesar de los avances científicos- utilizan conejos y otros pequeños animales para testear sus productos. Desde investigación militar, docente y científica hasta artículos cosméticos, tabaco y productos de limpieza, insisten en defender esta práctica con la lógica del “bien mayor”: dar bienestar a las personas.

Pero ¿Por qué específicamente los conejos? Son varias las razones. En primer lugar, tal como las ratas, los conejos son fáciles de conseguir y se reproducen con rapidez. Por otro lado, son muy manejables y pasivos, lo que les simplifica mucho la tarea al experimentador. Por último, no significan mucho gasto para su mantención, porque no los cuidan debidamente pues son mantenidos en estrechas jaulas.

Son numerosas las situaciones a las que se ven enfrentados los conejos cuando están en manos de los laboratorios. Una de las más conocidas son los ensayos de irritación ocular, el cual consiste en la administración de algún producto para medir su toxicidad directamente en el ojo del conejo. El método tradicional de estudio de la irritación y la corrosión ocular in vivo se realiza mediante el denominado "ensayo de Draize": una prueba que es agresiva, subjetiva y totalmente alejada de la realidad humana.

Si tu shampoo no está certificado como libre de crueldad, seguramente tiene esta historia detrás: introducen a los conejos en cajas con agujeros donde sólo la cabeza queda fuera y sin la posibilidad de poder esconderla. Durante varios días, le aplican producto concentrado en un ojo, dejando el otro como referencia. Con el pasar de las horas, el ojo se le irrita, se le infecta y se le hincha. Finalmente, pierde la visión. Es tanta la dureza de la prueba, que el conejo incluso puede romperse su columna vertebral en un intento vano por arrancar ¿tu pelo sedoso y manejable “lo vale”?

También existe su variante, donde la prueba se realiza sobre la piel rasurada, pero de igual forma con efectos tremendamente dañinos para el conejo, donde el producto es puesto una y otra vez son le piel del animal sin la posibilidad de que este se pueda limpiar.

Otras pruebas consisten en medir la posibilidad de generar cáncer de algunos productos. En esta prueba se le obliga a los conejos a inhalar sustancias nocivas o no, en grandes cantidades, para determinar si estos son cancerígenos. De más está mencionar también como se fuerza a hembras preñadas a ingerir químicos para determinar si estos producen algún mal en el feto.

La vida de estos conejos no incluye saltos de alegría. Dependiendo de cuál sea el experimento, el conejo (o animal en cuestión) podría ser privado de agua, comida y sueño. Podría ser sometido a descargas eléctricas y mutilaciones. Vivirá en condiciones de estrés y se verá expuesto al dolor sin anestesia que pudiese aliviarlo.

Finalmente, si el conejo tiene la “suerte” de no morir durante el proceso de experimentación, como la mayoría de las veces sucede, será sacrificado ¿Tu labial “lo vale”, realmente?

¿Cuáles son las alternativas?

Hace poco leí en una columna de opinión que señalaba que los investigadores que realizan pruebas están obligados por la ética a dar un trato digno a los animales basándose en un método denominado las tres R, pero sabemos por varias organizaciones que esto no sucede en la práctica. Además, dentro de un laboratorio ¿quién controla que esto realmente suceda?

E independiente de que esto se lleve a cabo, ¿es realmente necesario realizar estas pruebas?

Cabe indicar que un producto que ha sido testeado en animales no garantiza, de ninguna manera, que este sea efectivo en un humano o que no produzca una reacción alérgica. Entonces ¿por qué hacerlo? Una vez más la respuesta está en los costos. Primero, un producto no puede salir al mercado si este no está testeado. Lo bueno es que en la actualidad hay varios métodos alternativos de investigación, como por ejemplo el cultivo de células y tejidos, modelos de órganos o modelos computacionales. El problema radica en que la inversión que se hace para poder perfeccionar estos métodos no es de interés para las empresas (ni para algunos gobiernos).

No ha sido fácil escribir esta columna. Como amantes de los conejos, es terriblemente doloroso investigar y conocer respecto al destino de miles de estos. No sólo  acerca de la experimentación, sino que también la utilización de su piel o la comercialización de su carne. Si esta columna consigue que una sola persona decida cambiar su estilo de vida, habrá cumplido su cometido… sin embargo, el camino sigue siendo largo y bastante duro. Y no es únicamente por defender la ternura de los conejos: es por la soberbia del ser humano que se cree amo y señor del resto de las criaturas, las cuales no tienen voz para poder defenderse.

¡Acabemos con la experimentación!

Muchas personas han tomado la iniciativa y dicen no a los productos que son testeados en animales, pero está lejos de ser una solución definitiva al real problema. Lo importante sería lograr la implementación de una Ley que garantice la eliminación de la experimentación animal con fines cosméticos. Las organizaciones No Más Vivisección, Te Protejo y Parda presentaron en enero de 2016 un proyecto para modificar el código de salud y lograr que de una vez por todas se termine esta práctica.

Afortunadamente, este proyecto de ley ha dado frutos en Chile. Recientemente, se ha aprobado y promulgado la ley n°21.646 que prohíbe la experimentación en animales en productos cosméticos, posicionando a Chile como el país n°45 en prohibir estas crueles prácticas.

Seamos parte de un futuro libre de crueldad y prefiramos aquellos productos que están certificados como libres de experimentación animal.

Fuente: BUNNY LOVERS

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